FINAL DE "EL LIBRO DE PATRICIA"
— ¿Ya lo has leído? ¿Tan rápido?
– me pregunta el bibliotecario. Es fuerte que después de un año yendo todos los
días, ni siquiera sepa su nombre.
— Sí. – le contesto secamente.
— ¿Te ha gustado? – me pregunta
tratando de iniciar conversación y cumplir con su tarea de ser amable con los
clientes.
— Fascinante. – contesto con
ironía y continúo andando hacia la estantería en la que ese día elegiré un
nuevo libro, olvidaré que hay un libro allí que habla sobre mí y seguiré con mi
vida de mierda como siempre.
Pero algo me llama la atención.
Una solapa reconocible sobresale de la estantería y mis manos se van directas a
sacarlo. “El libro de Patricia”, miro hacia el mostrador y compruebo que el
bibliotecario todavía tiene el ejemplar que le acabo de devolver a su lado.
Recuerdo perfectamente que la novela tenía 185 páginas. Mi vida se resume en
185 míseras páginas. Abro el ejemplar que tengo en mis manos y miro la última,
254. No puede ser, no entiendo nada. Lo cojo y me siento tratando de no parecer
histérica. Buscó la página en la que decidí dejar de leer esta mañana y releo
el accidente de mi hijo y los días que siguieron después. Ni mis padres, ni mis
amigos, nadie consiguió que saliera de mi depresión, que quisiera salir de mi
casa, hasta que decidí que ya que no pensaba trabajar más porque ni me apetecía
hacer nada ni lo necesitaba, dedicaría mi vida a leer, a desaparecer entre las
historias de los demás, sin pensar en que un día me encontraría con la mía.
Leo cobijada entre el paraban mi
último año, mísero y sombrío. Una vida rutinaria y sin altibajos, monótona y
triste. Leo sin importarme donde estoy hasta que llego al día en el que entré
en la biblioteca y cogí “El libro de Patricia”. Dios mío, eso fue ayer mismo,
¿cómo puede un libro narrar algo que ha pasado tan solo hace un día? Ahora sí
que me siento observada. Ahora tengo la convicción de que alguien me ha estado
espiando todo este tiempo y ha llegado hasta el último día de mi vida, el de
ayer.
Leo lo que narra la historia
hasta que salí con el libro de la biblioteca, y como si el autor adivinara lo
que iba a pasar, de pronto leo:
“Patricia
no entendía cómo alguien había podido escribir un libro sobre su vida. Cada vez
estaba más asustada, porque quienquiera que fuera que hubiera escrito su libro,
sabía que la espiaba, que estaba cerca, y no sabía si sería bueno o malo.
¿Quién podría saber tanto de su vida como para poder escribirla con tantos
detalles? La habían estado espiando, y eso no era normal.
Esa
mañana, como todas las de su último año, Patricia había acudido a la biblioteca
y se sorprendió al ver que había un nuevo ejemplar del libro de su vida. No
pudo evitar cogerlo y comprobar que era más largo que el del día anterior, así
que lo cogió y leyó el resto del libro, hasta donde describía justo el momento
en el que estaba, sentada en el mismo sitio de siempre, oculta entre el paraban
para intentar pasar desapercibida, sin saber que había alguien que sí la
observaba, que estaba esperando el momento adecuado para terminar de vengarse
de ella.”
A partir de ahí no hay nada más.
Estoy muy asustada. ¿Acabo de leer que alguien quiere terminar de vengarse?
¿Acaso hay alguien tan enfadado conmigo que ya ha empezado a vengarse de mí de
alguna manera? ¿Cómo?
Me pongo de pie de un salto y
siento que me fallan las piernas, porque no he dormido en toda la noche y
porque estoy muy nerviosa, pero cuando estoy a punto de caer unos brazos me
cogen y me sacan de allí medio inconsciente.
— ¿Le pasa algo a Patri? – me parece
escuchar al bibliotecario que pregunta al verme salir con alguien. ¿Quién me
lleva? Apenas me quedan sentidos, estoy débil, muy débil.
— No, es amiga mía, no se
preocupe.
Esa voz me suena pero… ¿de qué?
Trato de recordarla mientras el tipo me mete en el cuarto de baño y me moja la
cara y el cuello.
— Espabila, quiero que estés
consciente para lo que te pienso hacer. – me dice, ahora de manera agresiva.
Lo miro a los ojos y me vienen
todos los recuerdos, Daniela, Alfonso… ¡Alfonso!
— ¿Por qué quieres vengarte de
mí? – pregunto con la poca voz que consigo emitir.
— ¿Que por qué? Tú me quitaste
lo que más quería, ¿te parece poco, maldita amargada?
— Yo… yo no te quité nada… tu
mujer estaba muy enferma.
— Noooo, no, no, no, mi mujer
podía haber vivido más, pero tú le metiste algo que la mató, y me robaste la
vida. Por eso, yo tuve que hacer lo mismo.
— ¿A qué te refieres?
Estoy apoyada sobre el lavabo
intentando mantenerme en pie, pero me resulta difícil y acabo cayendo al suelo.
— Ojo por ojo rubia peligrosa,
¿no es así como te llamaba tu novio? Ah, no, que tú no tenías de eso porque
eras una amargada que solo vivía por y para su hijito. Pues que sepas, — me
dice con unos ojos cargados de odio – que yo te lo arrebaté.
— ¿Tú… tú atropellaste a mi
hijo? – preguntó sacando fuerzas para levantarme del suelo.
— Yo te quité a tu hijo, igual
que tú me quitaste a mi mujer, lo que más queríamos ambos, y ahora que me he
cansado de verte sufrir, vamos a reunirnos con ellos los dos.
No sé por qué, pero de pronto la
rabia me hace despertar. He estado dormida durante este último año
preguntándome qué le pasó a mi hijo, sin querer vivir y sumergiéndome en los
libros para olvidar con ellos mi propia existencia, pero ahora que tengo
delante a la persona que lo asesinó a sangre fría, sin motivos, no quiero
morir, quiero hacérselo pagar. Me levanto del suelo rápidamente y me tiro sobre
él dándole puñetazos con las pocas fuerzas que tengo.
Él se ríe. Sabe que no voy a
poder con él, así que he de pensar en algo más ingenioso que desperdiciar la
poca fuerza física que tengo. Me sujeta una mano, me pega un puñetazo y me
golpeo la cabeza con el lavabo, sufriendo un dolor insoportable.
— Vamos nena, vámonos de aquí.
Este no es el sitio más apropiado para lo que he pensado.
No quiero ni pensar en qué se le
habrá pasado por la cabeza a ese loco que en un momento determinado de mi vida
creí ser mi amigo, pero no tengo fuerza y dejo que me coja en brazos y me lleve
fuera de la biblioteca.
— Ahora abrázame, como si
fuéramos pareja – y suelta una carcajada – No quiero crear sospechas entre la
gente que nos vea en esta situación.
Decido no hacerle caso y me
resisto. Intento bajar de sus brazos y como ya estamos en la calle me coge a la
fuerza haciendo que la gente nos mire y se queden parados esperando a ver qué
pasa, si decidirse a ayudarme o no. Alfonso me agarra de la cintura y me
conduce hacia su coche pero entonces veo a un agente de policía y empiezo a
gritar. El policía acude a mi llamada, pero justo cuando Alfonso está tratando
de meterme en el coche, le doy una patada y lo empujo hacia la carretera, provocando que un coche que pasa a más
velocidad de la permitida en esa vía se lo lleve por delante. Me quedo sentada
en el asiento del copiloto, temblando, y no soy consciente de lo que pasa
durante las siguientes horas.
Dos días después, estoy en el
hospital tratando de recuperarme del trauma y pensando en cuánto he
desperdiciado mi vida. Ahora ya sé lo que le pasó a mi hijo, la policía ha
reconocido el coche en el que Alfonso trataba de llevarme como el que lo
atropelló y se dio a la fuga y cuando se recupere de los huesos que tiene fracturados,
ingresará en prisión por homicidio doloso, ya que después de mi declaración no
les cabe duda de que no fue la huida de alguien asustado por haber cometido un
accidente sin querer, sino que fue premeditado, así que le han caído los
suficientes años como para no tener que preocuparme por él en una larga
temporada.
Una visita me sorprende haciendo
que de repente sienta algo que hace mucho creí que nunca más sentiría. Cuando
Eloy aparece por la puerta y me saluda diciendo “Hola, rubia peligrosa”, de
pronto hayo una paz y una esperanza que por un momento me hace olvidar los
últimos años de mi vida y ser… inesperadamente feliz.
Este final esta bien, pero si he de elegir me gusta el romántico. Pero, y si hacer una mezcla de los dos???
ResponderEliminarCristina!! que me gusta leerte, me remueve muchas cosas. Besos.
Jooo Cris que difícil este aunque sea trágico también me a gustado no se ufff
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